AUTORA: Manoli Bancalero.
FOTO: Paqui Márquez Benavides.
Madrugada de Viernes Santo
en mi tierra jerezana,
la muerte ya se te acerca
silenciosa, solapada.
En la puerta del Sol yo espero
que llegue la hora marcada,
¡las siete de la mañana, Jesús mío!
tu suerte ya está echada.
Y cuando las puertas se abren
y la luz de la aurora te da en la cara,
¡qué expresión de sufrimiento,
qué resignación en tu mirada!
A tus pies, ¡Jerez entero!
y en un silencio que nadie profana,
de pronto, ese grito desgarrado:
¡¡ARRIBA, JESÚS!!
Y lagrimas de sal derraman
tus hermanos y hermanas.
¡qué emoción más grande,
padre mío!
Las siete de la mañana...
Y comienza tu recorrido
por las calles jerezanas
y los costaleros mecen tu paso,
se enlazan ellos y aúnan brazos
y a la luz de los velones,
mi Jesús comienza el calvario.
Y cuando abandonas tu barrio
para adentrarte en la plaza,
un dolor muy fuerte
nace desde mis entrañas.
El encuentro con tu madre
hace que se me parta el alma
y ese beso y ese abrazo
que indica que todo acaba.
¡¡ARRIBA, JESÚS!!
Grita el pueblo emocionado,
ya no hay romanos con lanzas
que impidan que una madre
despida a su hijo esa mañana
en que su fín está cerca,
y se cruzan sus miradas...
el respeto y el fervor se palpan
entre las gentes que hay en la plaza.
Centenares de forasteros
que nos visitan por Semana Santa,
son testigos mudos de lo que pasa
un Viernes Santo por la mañana
en que todo es dolor y llanto
en mi tierra jerezana.
Mientras, Jesús prosigue su camino
y en su paso va al son que toca su banda,
trompetas y tambores marcan la marcha.
Y se turnan sus costaleros
para cargar el madero
y hacerle su aflicción más liviana.
Miro al hijo y miro a la madre
que en silencio lo acompaña,
y miro al pueblo que alumbra
las calles empedradas.
Y huele a incienso y a claveles
rojos sangre, esa misma que resbala
por el rostro del Nazareno,
el Viernes Santo por la mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario