SALVE
Dios te salve, señora,
madre amantísima de la Soledad.
Permíteme alumbrar la senda
que conduce hacia tu destino,
y bajo tu manto divino
acompañarte en tu caminar.
Poder remediar quisiera
el motivo de tu tormento
y que con ansia yo necesito,
pero...
no basta con querer... ¡no puedo!
luchar contra lo que ya está escrito.
Por eso...
Déjame madre ser tu pañuelo
y tus lágrimas enjugar,
poder auxiliar yo espero
ofreciéndo alivio y consuelo
en este aciago penar.
¡Madre mía, no estás sola!
tu hija contigo va
emocionada y agradecida
de tenerte presente en mi vida
alumbrando en mi caminar.
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