Cofradía de Nuestro Padre Jesús - Jerez de los Caballeros

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jueves, 29 de marzo de 2018

Recuerdos Presentes (Ilusión)

En realidad, esta fotografía no es un recuerdo, es de principios de marzo de 2018, pero sigue teniendo el mismo carácter evocador que otras que hemos seleccionado. Mucho se puede decir sobre este momento, convencido que se repite en cientos de hogares, entre conversaciones que reviven tantos y tantos recuerdos, tantas y tantas personas, tanto y tanto trabajo, y en las que asoman también inquietudes y preocupaciones, por ejemplo por la lluvia, que las predicciones presentan inoportuna para mañana, pero en una etapa de sequía como la que sufrimos, y que parece que serán cada vez más frecuentes y duraderas, son otros los nubarrones que deben preocuparnos.

Sobre esta foto, de unas manos pequeñas que ayudan a otras aún más pequeñas, solamente pondré una palabra

ILUSIÓN

ARRIBA JESÚS

Antonio M. Rivera Carrasco + 2018

miércoles, 28 de marzo de 2018

Recuerdos Presentes (...3)

 En la entrada anterior, bajo el nombre de "Recuerdos Presentes (Pensando en el Futuro)", comentaba que cada Semana Santa se presenta de un modo especial para cada persona, por distintos motivos, a veces previstos y a veces imprevisibles; el conjunto de todos, la variedad y la diversidad de emociones y sentimientos movidos por un mismo motor, es la gran riqueza de nuestras manifestaciones cofrades, que como también afirmaba en el citado artículo, son parte del fuero interno más íntimo de cada persona, un artículo que, dicho sea de paso, superó en las 24 horas siguientes a su publicación las 600 visualizaciones, cifra que sigue subiendo día a día, muestra del interés que suscita al temática, con lo que me siento agradecido por ello con todos quienes las leéis y compartís.

También hablábamos de recuerdos, que vienen y van, y que se intensifican en estos días, en mi caso muchos de ellos revividos al buscar alguna foto en concreto que alguien me ha pedido. Y si hablaba en ese artículo de uno de los primeros momentos preceden a la salida procesional de Jesús Nazareno, enseguida, como un torrente imparable de agua recién caída del cielo, aparecen multitud de momentos de la procesión del año pasado.

En plena "madrugá" el cielo despejado se empezó a llenar con un sutil manto de niebla, que para la hora de la primera levantá, cubría todo el pueblo de Jerez. Y  tras el primer Arriba Jesús, al calor de  los primeros cafés, anises y perrunillas y con los sones de nuestra banda, de una agrupación que nunca deja de sorprender, se llegaba a la plaza por los dos caminos habituales. Aunque repetimos momentos, costumbres y ceremonias... y se puede resumir diciendo que todo fue estupendo, acompañados de muy buen tiempo, seguro, que muchas personas, no encontrarían palabras para resumir ciertos momentos....porque como decía, y quiero remarcar, hay multitud de vivencias únicas, que hacen que esta rutina ancestral, se renueve a sí misma cada año, y se muestre en cierto modo distinta, dentro de ese mismo patrón de manifestación singular y única de religiosidad popular que tanta identidad nos aporta.

Uno de esos recuerdos que también vienen a mi memoria es la intervención de la Buena Mujer, primero en el papel del Ángel durante el Sermón de Pregones y luego en la Plaza, como Verónica en el encuentro, que nos traslada directamente al siglo de Oro, y que es de los escasos ejemplos que perviven de este tipo de ceremonia, ahí es nada.
Y es que para María José Martínez Orellana, sería el último año en realizarla como Buena Mujer pues lo dejaba tras haberlo hecho desde 1988,  nada más y nada menos que 20 años.  Y este recuerdo enlaza con otro... ya que el año pasado también fue el último para el capataz del Calvario, Antonio Esteban, que lo deja tras 25 años mesa función y nos siguen viniendo recuerdos de gente que ya no está, .... muchos cambios, quizás demasiados para asimilar de golpe, quizás demasiada gente buena que va quedando atrás por distintos motivos, aunque eso sí dejando su huella en el camino.

Las calles, cada vez tienen más público desde temprano incluso en tramos en los que antes se discurría apenas sin publico que había aguantado toda la madrugá y se concentraba en el la ceremonia del Paso, que es como se llama al Encuentro en los documentos de 1688. Un público que va en aumento a medida que el sol va levantando la niebla y la procesión gira en los mártires y enfila el retorno al templo de Santa María. Y para la llegada al Llano de Santa María ya se había cumplido el refrán que habla de las mañanas protagonizadas por el citado fenómeno meteorológico.


No faltaron tampoco anécdotas, que como decimos, aportan detalles que hacen única cada peculiar estación de penitencia de esta cofradía, como el hecho de que tras la ceremonia hubo que cambiar la corona "buena" de la Virgen, una corona de plata de 1669, por la que usa habitualmente por un problema en el anclaje de la misma. Y aunque es imposible pararse a observar o relatar cada detalle, cada anécdota, cada muestra de júbilo tan peculiar que arropa a esta procesión, muestra de un folclore religioso popular con siglos de solera, vamos parando nuestra mirada en momentos que llaman la atención, que en consonancia con los tiempos cambiantes que vivimos, abiertos al progreso y a derribar barreras arrastradas por costumbres arcaicas y obsoletas, vemos como el relevo generacional alcanza matices inclusivos, y sin moverse de los pies del Paso del Nazareno, del Paso por excelencia, podemos ver como padres hijos, hijas, nietos, nietas, y personas de cualquier condición con o sin su túnica, tienen la oportunidad de cumplir un sueño, o iniciarse en la ilusión de arrimar su hombro para llevar a Jesús, aunque sea simbólico, es un gesto que merece el mayor de los respetos, porque alimenta ilusiones, alimenta el corazón y alimenta el alma... Así bajo un mismo varal vemos a padres e hijas... a abuelos y nietos , e incluso tres generaciones arrimando el hombro bajo el varal de Jesús, hermanos y hermanas todos de Jesús que cumplen cada año con el ritual de lo inusual, de lo diverso, del decir que todos y todas tienen derecho a su "tirá", de que cualquiera puede arrimar el hombro, de que aquí contamos TODOS, y que en el futuro que afrontamos debe haber sitio para todos, porque sino, como también decía en el artículo al que hacía referencia antes, este "Paso", no se sostiene si no es con el esfuerzo colectivo.

Incluso el Papa Francisco publicó un mensaje en esta línea en su perfil de facebook con fecha 6 de marzo de 2014, en el que usando mayúsculas, dejando bien claro que quería gritar esa parte de su publicación afirmaba con rotundidad que

"QUIEN SE ACERCA A LA IGLESIA DEBE ENCONTRAR PUERTAS ABIERTAS
 Y NO FISCALES DE LA FE".

pero a la vista del presente, parece que ese mensaje no fue escuchado por ciertas personas que no solamente actúan en sentido contrario sino que incluso no quieren que se difundan ciertas posturas que, basadas en una crítica constructiva, hablan sobre la preocupación del futuro del mundo cofrade y las personas que trabajan por él.









Antonio M. Rivera Carrasco + 2018

domingo, 18 de marzo de 2018

Recuerdos presentes (In Memoriam)



Hablaba en la anterior publicación de este blog de los recuerdos que en estas fechas próximas a la Semana Santa fluyen de forma más intensa, los busquemos o no, surgen con frecuencia en nuestras conversaciones, o en redes sociales,  a veces buscados y a veces porque algún acontecimiento los hace revivir de manera especial.
Gómez, Pérez, Hernández, Castellano, Rodríguez, Guerrero, Rubio, Ceballos, Sánchez, Martín…. y tantos más…A poco que prestemos un poco de atención, en esta cofradía, como en todas, hay familias completas, que incluso agrupan a 3 y me atrevería decir hasta 4 generaciones que participan en las estaciones de penitencia; y hablando de esos recuerdos que se presentan forzados por los acontecimientos, quiero pararme en una de esas familias que como dije en uno de mis primeros artículos como cronista, hace 17 años está tan asociada a la cofradía como el color morado de las túnicas: “los Barrios",  una familia de la que sería fácil escribir renglones y renglones pero que en estos momentos viene a nuestra memoria por la reciente pérdida que han sufrido con la muerte de María Flores, que junto a su marido Manuel Barrios recibía el reconocimiento de la cofradía en forma de premio cruz de guía 2017 y que fallecía el 26 de enero de 2018.
La noticia de su fallecimiento fue un varapalo para todos quienes la conocían y para todas las personas relacionadas con la cofradía de Jesús.
Unos días después de enterarme de la luctuosa noticia compartía en las redes un artículo del año 2012 llamado “Dulces Y Anís En La Mañana Del Viernes Santo”, en el que hablaba de esta singular tradición, siendo María Flores el principal exponente de la misma ya que durante más de una docena de lustros se ha dedicado a hacer ella misma una importante cantidad de perrunillas y algunos otros dulces para ofrecer a los costaleros y también a la banda al paso de la procesión por su calle, como ha sido costumbre en otras muchas viviendas a lo largo del recorrido del desfile procesional de la mañana Viernes Santo.
Ya dije en ese momento, que esa fue una de las entrevistas más entrañables que he tenido oportunidad de hacer como cronista de la cofradía, porque sobre todo, se hacía palpable su calidad humana, su sencillez, su humildad y como ella misma decía refiriéndose a su familia, “nuestra fe que es muy grande”. Sin Duda, una buena persona, una gran persona.
En varias ocasiones hemos hablado de ese trabajo invisible que  se realizada para la cofradía, en distintos ámbitos que van desde la propia Junta de Gobierno, que obviamente tiene ese compromiso, hasta personas que de modo individual aportan su grano de arena, sin tan siquiera tener obligación de ello, sin pedir nada a cambio, pero movidos por un profundo convencimiento y pasión por nuestra Cofradía. María es uno de esos ejemplos de trabajo callado y de entrega que ha contribuido a mantener una tradición tan peculiar a los largo de tantas décadas.
Una entrega y un gesto que acabaron por convertirse en una cita ineludible con los costaleros, con todos los hermanos de la cofradía que acompañan a los pasos desde la “madrugá” del Viernes Santo, con su familia, ya que como ella mismo dijo: “aquí  entran muchos que no sé ni quiénes son…pero para mí son todos como familia” porque todos “tenemos mucha fe con Jesús".
Precisamente ese momento en el que tantas personas pasaban por su casa, o desde la calle recibían el obsequio de la tradicional perrunilla, ha sido uno de los que, junto al momento de la puerta o de Santa María o la primera levantá, ella ha disfrutado más, y que en la citada entrevista explicaba con estas palabras:
 Yo prefiero la de la mañana, por que los costaleros están toda la noche sin acostarse y están ahí en la puerta rompiéndose el alma na más por entrar y coger el paso, aparte de que cuando llegan a mi casa, se paran y suben todos los costaleros (y los que no lo son) y están aquí media hora paraos y suben a casa a tomarse la perrunilla y la copa de anís, que para mi es muy grande eso.” 
Y esa es una de las grandes enseñanzas que nos deja María, el de hacer hermandad en un momento  que le da pleno sentido a la palabra ágape, y que sirve para unir a las personas que en muchos casos es la única vez al año que se encuentran, o que ven a María y su familia gracias a ese gesto de abrir su casa a todo el mundo,  con la única condición de que vayan acompañando a Jesús.
Un compromiso que María, arropada siempre por su familia, ha mantenido incluso cuando su estado físico era delicado debido a una caída accidental, fiel a su fe, fiel a su gente, fiel a esta tradición tan singular.
De siempre me han enseñado que hay que escuchar y respetar a nuestros mayores, quizás porque así, aparte de poder compartir los conocimientos que han atesorado a lo largo de sus años de vida, también podemos mantener ese vínculo con nuestro pasado, con nuestra raíces y tener muy claro que aunque la vida pase en esa carrera incesante hasta el futuro, no debemos olvidar ni dejar atrás nuestro origen, nuestra esencia y, sin duda, aprender del ejemplo que nos dejan como legado, algo que adquiere especial relevancia en esta cofradía con más de cuatrocientos años de historia.

Repasando fotos del año pasado, es inevitable no emocionarse al pensar que no veremos a María este año, aunque estoy convencido que estará con nosotros, de otra manera, pero con la misma sencillez y la enorme sonrisa con la que siempre ha recibido a todo el que cruzaba el umbral de su portal; y también verá desde otra calzada más elevada aún, la procesión y a su querido Jesús, mientras los demás honraremos su memoria cada vez que le demos un bocado a un dulce en la mañana del viernes santo, sabiendo que ha dejado una huella perpetua en nuestros corazones.
¡Gracias  por todo María!

¡Arriba Jesús!

Antonio M. Rivera Carrasco + 2018






jueves, 8 de marzo de 2018

Recuerdos presentes (pensando en el futuro)




Cuando la cuenta atrás hacia la SEMANA SANTA 2018 agota sus días, con la cercanía de fecha tan señalada y con la aglomeración de actos que giran en torno a nuestra fiesta mayor, se hacen más intensos los recuerdos, momentos que quedaron grabados en la retina, en una cámara, en la memoria, que afloran en cuanto se presenta la más mínima oportunidad y que vuelven, como queriendo cerrar el círculo anual, formando así un nuevo eslabón de esta cadena centenaria.


La Semana Santa del año pasado, era especial, como todas, para mucha gente, y en este micro universo que conforma nuestra cofradía, cada cofradía, cada persona la sentía especial por un motivo que, como he repetido en infinidad de ocasiones, hay tantas motivaciones como personas, y tantas formas de sentirla y vivirla como sentimientos de éstas. Por ello, pertenecen al fuero más interno de cada cual, y ese rincón profundo donde atesoramos nuestras convicciones, nuestras creencias o nuestra fe, se constituye en fortaleza inexpugnable de nuestro ser, de nuestra forma de entender, de nuestra forma de vivir, de transmitir… que es muy personal pero transferible, y en cualquier caso, no debe estar sujeta a procesos de estandarización porque hablamos de sentimientos arraigados en lo más profundo de nuestro ser.


En los 18 años que he desempeñado la labor de cronista de esta cofradía, he tenido la gran suerte de ser testigo directo de muchos momentos, de muchas vivencias personales, y de compartir momentos únicos con personas de toda condición, índole o forma de ser o de pensar, siempre con un nexo común, el que une a todos los que se acercan a Jesús Nazareno la mañana del Viernes Santo, aunque en verdad sabemos, que ese día, si bien es “el día”, no es el único, ya que ese acercamiento es en realidad permanente, constante, de forma que en muchos casos no hay día en que no se haga presente en la rutina de los hermanos y hermanas de la cofradía.


Y el año pasado, había personas que como decía , tenían esta fecha especialmente señalada porque para ellos era la primera vez… no la primera vez que se acercaban a Jesús, todo lo contrario, llevaban toda una vida con él , y con esta cofradía, trabajando para ella, desde la sombra en muchos casos, como muchos de los trabajos esenciales que se realizan de forma callada e invisible pero, lo hemos repetido muchas veces, sin los que no sería viable tener todo a punto y preparado para que cada celebración de la cofradía, cada Semana Santa, siga perpetuándose año tras año, siglo tras siglo.


Pensando en ello, el primer recuerdo que aflora en mi mente es del día previo, en el que la emoción se dispara. El año pasado hubo cambios, había una renovación sustancial en la junta de gobierno de la cofradía y a la postre, también en algunas de las funciones que se desempeñan en día tan señalado. El Jueves Santo recibía un mensaje pidiéndome que acompañara a la nueva persona que se iba a encargar de abrir la puerta de Santa María a las 5 de la mañana para que los costaleros cojan pata de los pasos; un momento de mucha intensidad y no menos responsabilidad, que supone el pistoletazo de salida a nuestro día de estación penitencial. En Santa María me esperaría junto a otro miembro de la nueva junta, dos jóvenes con ganas e ilusión que siempre han trabajado para la cofradía y que solamente habían vivido este momento desde el otro lado de la puerta. La nueva persona encargada había recibido minuciosamente instrucciones de su antecesor en dicha tarea, y aunque no aseguré si podría asistir por encontrarme con fiebre, finalmente, con la sola finalidad de aportar, si era posible, algo de tranquilidad o confianza a este momento a quien por primera vez asumía la responsabilidad de dar pie a una de las tradiciones más singulares de nuestra Semana Santa, me dirigí al templo de Santa María en plena madrugada. Allí me reuní con los dos miembros de la nueva Junta que esperaban la llegada de la hora señalada con un nerviosismo que se ve incrementado por lo especial del momento.


Entrar a oscuras en el templo de Santa María, sutilmente iluminado con la tenue luz que se cuela desde la calle por la ventanas superiores, donde predomina un absoluto silencio que sólo se rompe a ratos por el eco, estruendoso en ocasiones, de los gritos de quienes desde hace horas esperan agolpados contra la puerta de Santa María, es un momento mágico que cuesta describir a pesar de que he tenido oportunidad de vivirlo varias veces; un momento que, envuelto en un aire místico, incita a la meditación.


Y allí estábamos los tres, el responsable de abrir la puerta paseando, mirando el reloj, canalizando ese nerviosismo para evitar que dominase la situación y muy seguro de sí mismo, decidido y, en algún momento, alzando la vista hacia arriba, con toda seguridad focalizando esa mirada más allá de la bóveda del templo.


Las otras dos personas que estábamos allí alternábamos silencios, de esos que se producen cuando la situación “impone”, con susurros para comentar lo especial del momento, a la vez que pensábamos si grabar la entrada de los costaleros y repetíamos algo sobre los nervios, como intentando alejarlos de algún modo.


Llegó el momento; Todo salió bien. Por supuesto que no fue la única tarea, pero si simbólica, era la primera vez, era el inicio de nuestro Viernes Santo, una gran responsabilidad en momentos de máxima emoción.


Y a las 7 de la mañana, cuando todo el silencio y soledad de Santa María se habían convertido en todo lo contrario, cuando finalizaba el Sermón de Pregones con el poderoso primer ¡Arriba Jesús! que gritaba Manolo Martín, y Jesús salía a la calle, pasé por la sacristía… y fui testigo de otro momento especial: dos o tres personas de la nueva junta de gobierno, con lágrimas en los ojos, intentaban consolar a quien había abierto la puerta, que lloraba de emoción, descargando así toda la tensión acumulada durante horas: “todo está en marcha”; “Jesús ha salido”; “todo está bien”… “ya pasó”… “ahora a disfrutar”…. Y mientras este joven lloraba como un niño, a mí me venía a la cabeza una imagen, la de él mismo 17 años antes, aupado de puntillas intentado echar una mano para desmontar los pasos de nuestra cofradía y prestando su hombro para cargar las imágenes de vuelta a sus retablos.


Quizás a algunos pueda parecer trivial, pero en absoluto se trata de un asunto baladí, los nervios acumulados, la tensión, la emoción, el sentimiento, la responsabilidad, la fe, la entrega incondicional a una causa…, a lo que en este caso había que sumar lo difícil que lo había tenido esa nueva junta para constituirse; Todo eso tenía que salir de algún modo, es un momento en el que se concentra tanta intensidad que resulta difícil de explicar y que refleja el nivel de compromiso de la nueva savia que se incorpora a los puestos de responsabilidad de nuestras cofradías, un compromiso que hay que mantener, que hay que cuidar y si cabe potenciar aún más y no tomar caminos que desemboquen en todo lo contrario.





Aunque me he referido a un momento concreto, he omitido deliberadamente el nombre de los protagonistas porque bien se puede generalizar, ya que esta forma de vivir y sentir nuestra Cofradía y nuestra Semana Santa es común a muchas de las personas que forman parte del mundo cofrade, de un modo más visible en ocasiones, más callado e imperceptible en otras, pero que constituye el motor y la clave de la continuidad de esta historia.


En los artículos publicados en este blog sobre el polémico proceso electoral de la cofradía ya hablaba de los peligros que pueden tener ciertas conductas, que encasilladas en normas de aroma añejo e incluso rancio, encorsetadas en estructuras innecesariamente rígidas, tengan como consecuencia que las personas que trabajan de forma desinteresada, sin esperar nada a cambio, motivadas y movidas por la ilusión y la fe, se encuentren con obstáculos impropios de un entorno cristiano y de los valores que se predican y que, si bien no son exclusivos, son inherentes a esta religión. Unos obstáculos que pueden llegar a causar que la ilusión se torne en desánimo y decepción y, a la postre, las cofradías pierdan ese esencial motor humano que las mantiene a flote. Y esta cofradía, como todas en Jerez, necesitan de esa gente comprometida y dedicada, independientemente de su juventud o de cualquier otra condición que puedan tener.


En esos artículos también dejaba patente las dudas sobre los fines últimos y las consecuencias del nuevo proceso de reforma estatutaria de las cofradías, siendo la de Jesús Nazareno la primera en dar el paso y quizás, debido a la polémica desatada por la forma en la que transcurrió el proceso de las elecciones, se puso de manifiesto por distintas voces en redes sociales un asunto que hoy de nuevo está en boca de muchas personas del entorno cofrade jerezano; y bien pueden venir al caso recordar el refranero popular cuando habla de las barbas de nuestro vecino, ya que con ese proceso en marcha en la mayoría de cofradías jerezanas, la preocupación que reflejábamos en esa serie de publicaciones lejos de desaparecer, aumenta, puesto que parece que el camino que se toma, es el de apartar a personas, que en distintos ámbitos o de distinta manera, aportan su trabajo de forma totalmente desinteresada, movidos por unas convicciones tan fuertes y auténticas que no debería ponerse en tela de juicio ni a las personas, ni a sus motivos. Convicciones y compromisos que no se reflejan ni son exclusivos de ningún título, de ninguna condición o estado personal, de ningún papel, ni de ningún cargo. Y es que nadie en este mundo posee la capacidad de expedir certificados de “buena persona” sino que es cada cual quien con sus actos, se define a sí mismo.


Precisamente ese compromiso desinteresado es sello quienes que no buscan títulos, premios o cargos de clase alguna, ya que emana de ese rincón profundo al que nos referíamos al principio de esta publicación, donde atesoramos nuestras convicciones, nuestras creencias o nuestra fe. Y por lo que vemos, ese tesoro inmaterial, de personas buenas y comprometidas, es cada vez más escaso, y siendo el pilar sobre el que se sustenta todo esto, si sigue mermando debemos preocuparnos muy en serio por el futuro de nuestra Semana Santa.


Al igual que se abren las puertas de Santa María la madrugada del Viernes Santo para que cualquier persona que quiera se acerque a Jesús, estaría bien mantener abiertas todas las puertas para cualquier persona que se acerque con respeto y motivada para ayudar a nuestras cofradías, en donde se perpetúa año tras año el fruto de un trabajo cuyas raíces se hunden varios siglos atrás. Porque puestos a cerrar puertas, la prioridad debería ser cerrarlas a los intereses personales, a la vanidad, a la envidia o a la soberbia, que a veces parecen campar a sus anchas, y que según los testimonios, son desde hace décadas un problema endémico en este entorno. De lo contrario, con el paso del tiempo, quien se pare a analizar lo que ocurre en nuestros días podrá decir: “Curiosa forma la de perpetuar una historia de siglos apartando a un lado a gente que la sustenta y la defiende”

© Antonio M. Rivera Carrasco + 2018