En otras ocasiones hemos ido reflejando distintas costumbres o tradiciones peculiares en torno a nuestra Cofradía, muchas de ellas, si no todas, motivadas por la tremenda devoción que Jesús ha despertado en nuestro pueblo desde hace siglos, y como muestra también del cariño hacia la cofradía.
Esta vez recogemos una costumbre que va desapareciendo, de la que solo citamos unos ejemplos que perduran hoy por hoy, pero que sabemos que estuvo más extendida antaño. Me refiero al gesto de ofrecer dulces y anís en la mañana del Viernes Santo a los costaleros al paso de la procesión por ciertas casas. Como digo muchos recuerdan muchas de esas puertas ante las que había que realizar estas “paradas obligadas” para reponer fuerzas, combatir el cansancio y los efectos de la “madrugá” con un típico tentempié a base de una perrunilla y algunos un “buchito” de anís o café para que “baje”, aunque también se pueden ver otros dulces típicos como pestiños.
El primer ejemplo lo encontramos casi al inicio de la procesión, justo cuando ésta hace entrada en la calle San Agustín, tras la bajada de la calle Maraver, José Pérez Bravo espera en su portal con las perrunillas y la botella de anís. En esta ocasión , el paso de la Virgen no pasa por aquí , ya que como sabe la procesión se divide en dos para la celebración del encuentro en la Plaza. También en llegando al Llano de los Mártires, otra persona (desconocemos el nombre) hace el mismo ofrecimiento y poco después en la Corredera Hernando de Soto, Jesús Macarro, frente al Cine Teatro Balboa, también ofrece este humilde ágape.
En este artículo nos centraremos en uno de esos momentos por el profundo calado entre los hermanos de paso, y que se ha convertido en referente de esta tradición. Cuando la procesión se reorganiza tras el Enuentro y llega a la subida de la avenida de Portugal, llegamos a un punto que para muchos es mucho más que una “parada obligada”. En este caso se bajan los dulces y se ofrecen a los costaleros/portadores de los pasos, pero también hay gente que sube a la calzada donde se encuentra la casa de María Flores, a por el preciado obsequio. María Flores González tiene 74 años y es ama de casa. El año pasado, a pesar de que no hubo procesión, un nutrido grupo de amigos de la familia no quiso faltar a su cita anual con las Perrunillas y tras finalizar el Encuentro dentro de Santa María, fueron como cada año, pero esta vez, como decimos sin los pasos. Así que aprovechamos la ocasión para entrevistar a María y preguntarle un poco sobre esta peculiar costumbre y sobre su relación con la cofradía.
Para empezar nos dice que lleva en la cofradía desde que se casó con Manuel Barrios, hace ahora 50 años y que entró en la misma precisamente porque en la cofradía ya estaban “toda la tanda de los hermanos de mi “mario”, y entré por la fe mía que para mi es muy grande”.
Sobre los desfiles nos dice que “Yo prefiero la de la mañana, por que los costaleros están toda la noche sin acostarse y están ahí en la puerta rompiéndose el alma na más por entrar y coger el paso, aparte de que cuando llegan a mi casa, se paran y suben todos los costaleros (y los que no lo son) y están aquí media hora paraos y suben a casa a tomarse la perrunilla y la copa de anís que para mi es muy grande eso.” Además añade que “destacaría el encuentro de Jesús con la Virgen en la plaza que me encanta.” y también destaca“La FE que tiene todo el pueblo con la cofradía, dice la gente que hasta que no sale Jesús, no empieza la Semana Santa.” Fe que ella como dice comparte porque para ella la cofradía es “lo más grande que tenemos en Jerez. Como la cofradía de Jesús ninguna.” Antes de preguntarle por las perrunillas, le pedimos que nos cuente alguna anécdota y que elija un momento
La anécdota “Pues un año mi cuñá que venía haciendo una promesa descalza se clavó un cristal en la calle abajo tuvimos que ir al centro de salud corriendo.”
El momento “Pues la levantá de por la mañana, que está toda la iglesia gritando a la vez Arriba Jesús!”
Conociendo ya la pasión y la devoción que María tiene por Jesús y por su cofradía, no es de extrañar que tenga ese detalle de ofrecer dulces, pero va mucho más allá que un simple gesto porque empezó cuando tenía unos 20 años a hacerlo y como decimos, a sus 74 años sigue haciendo las perrunillas con sus propias manos. Para ello cuando se acerca la Semana Santa, María se organiza para tenerlo todo preparado para el Jueves Santo; esos días previos comienza a levantarse a las 5 de la mañana para hacer las cosas tranquila ya que es una cantidad importante de dulces. Nos dice “pues gasto 7 kilos de manteca y 14 de harina... y a veces no llega para todos, porque entran costaleros de todos los pasos, los de la banda.....”
Con este trasiego de gente, que entra y sale constantemente durante el paso de la procesión en su casa, hablamos del “ compadreo que hay por la mañana, de la gente que solamente se ve este dia, una vez al año,” y concluye de nuevo emocionada diciendo que también esos “son los sentimientos de la Semana Santa", y es que una característica de María es el ánimo, la alegría y la emoción con la que nos cuenta todo. Nos dice que ella continuó con la tradición que tenía anteriormente su suegra, y que al faltar ella y porque “tenemos mucha fe con Jesús" empezó a hacerlas y “además porque toda esta gente que viene, los costaleros, son como familia, aunque no los conozca, porque aquí entran muchos que no se ni quien son... “ y añade que a pesar del tiempo que hace que empezó “cada vez más ... cada vez más...” refiriéndose no solo a la cantidad de gente que la visita, sino también a que la cantidad que prepara es mayor, e incluso la variedad ya que también prepara algunos pestiños y rocas fritas, y seguro que también se refiere a las ganas y la ilusión que tiene por hacerlo, porque sin que lo diga expresamente, es lo que se desprende de sus palabras y de como hemos dicho de su forma de contarlo. Sin más, acabamos una de las perrunillas de María y poníamos fin a esta breve entrevista, agradeciendo la hospitalidad con que nos recibe, y la amabilidad con la que realiza la entrevista, y por supuesto las perrunillas, el café y el anís que ofrece a todos.
Y sobre este detalle que se ha convertido en una tradición más, en un referente como decíamos al principio, ni que decir tiene que que deseamos que perviva mucho tiempo más....
Gracias a María y a todos los que alguna vez tienen este gesto.
Antonio M. Rivera Carrasco. Cronista de la Cofradía.