La lluvia acompaño todo el día y también de noche, ya debilitada, pero incesante. El templo de Santa María seguía acogiendo a gente, no tanta como durante el día pero si en una cantidad considerable, y todos en silencio...
...un silencio que solamente se interrumpía por las instrucciones del capataz a los portadores del paso, y por el sonido del llamador, que retumbaba fuertemente entre los muros de nuestra sede
Ante la atenta mirada de todos, el Paso de la Virgen fue poco a poco hacia la nave central, y se colocaría ante el altar, de cara al paso de Jesús, otra imagen para el recuerdo ya que no estamos acostumbrados a ver el paso en esa posición.
Y así, el sacerdote Miguel Angel González, comenzó a dirigirse ,casi en un susurro a los presentes
y asistimos a un momento especial, casi mágico: todas las luces del templo se apagaron quedando iluminado solamente por la luz de las velas de la Virgen y las que portaban muchos de los presentes. Fue como un viaje en el tiempo, ya que hace 200 años, sería así siempre; y es que es muy posible que esto se haya hecho más veces si electricidad, que con ella, dada la antigüedad de la cofradía; esa luz de las velas nos acompaña desde hace siglos
Tras este momento único, las luces se encendieron de nuevo y el Paso volvió a su posición original, dándose por finalizado el acto. La Soledad una vez más, no estuvo sola.
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